Durante la primera semana de junio de 1976, numerosos medios
de comunicación dirigieron su atención a dos pequeñas aldeas cercanas a
Santiago de Compostela. La paz y la tranquilidad que reinaba entre las suaves
lomas de Outeiro y Nogalláns se vio interrumpida por una serie de pequeños
incendios que llevaron a sus habitantes hacia un estado casi paranoico, donde
el miedo y la angustia les impedían conciliar el sueño. Y es que de pronto, y
sin ninguna causa aparente, surgía el fuego en alpendres, establos y en lugares
cercanos a las casas, propagándose rápidamente y con el riesgo de que las
propias viviendas cayeran presa de las llamas.
“Por aquel entonces, todas las noches apartábamos la leña de
la casa o de cualquier otro lugar cercano a la casa, por el miedo que teníamos
de que se prendiera fuego”, recuerda Andrés Otero, uno de los vecinos de
Nogalláns que vivió de cerca este angustioso fenómeno.
La escasa docena de vecinos que viven en Outeiro y algunos
de Nogalláns –a dos kilómetros de distancia- fueron testigos directa o
indirectamente de este curioso fenómeno. Las llamas aparecían en lugares donde
había tojo, paja, madera o cualquier otro material inflamable y parecían surgir
del interior del objeto combustible, comenzando con una llama azulada. Ningún
olor ni cualquier otro signo hacía prever la aparición de un nuevo incendio.
Andrés Otero vivió muy de cerca el extraño fenómeno, ya que con una cisterna de
agua participó en la extinción de casi todos los incendios que se produjeron en
estas dos aldeas. “Estabas hablando con alguien y de pronto comenzaba a arder
leña o paja sin que se viera a nadie encenderla”, recuerda Otero.
Los curiosos incendios se sucedían frecuentemente, y los
vecinos solicitaron ayuda al gobernador y al alcalde de Trazo para que buscaran
una solución a este desesperante fenómeno que estaba alterando la vida de los
vecinos de la parroquia de Berreo. Fue entonces cuando la Guardia Civil tomó
cartas en el asunto: “Una vez vino una pareja de la Guardia Civil de Sigüeiro
para comprobar lo de los fuegos, y mientras estaban allí un montón de leña que
estaba detrás de ellos comenzó a arder”, señaló Otero. Los agentes de la
Benemérita no consiguieron determinar que es lo que había producido el fuego a
tan solo unos metros de donde estaban.
Los extraños fuegos se prolongaron algo más de una semana, y
desaparecieron tan misteriosamente como habían comenzado, y en casi treinta
años no volvieron a producirse. Para Andrés Otero este fenómeno no tiene
ninguna explicación y descarta que fueran provocados por algún vecino. Entre
las causas naturales, se especuló con que podrían ser emanaciones volcánicas,
aunque nunca más volvieron a producirse. Con los fenómenos las investigaciones
cesaron y nunca se pudo determinar el origen de los fuegos que afectaron a
Outeiro y Nogalláns. “Lo extraño es que ninguno de los incendios se produjo en
la aldea de Caravelos”, reflexiona Otero. Y es que este pequeño poblado dista
tan solo unos metros de Outeiro, separados tan solo por un estrecho camino
comarcal; aunque si afectó a Nogalláns, que está a dos kilómetros. Los sucesos
de estas aldeas de Trazo quedaron en el olvido, pero no era ni la primera ni la
última vez que estos fuegos aparecían en las aldeas gallegas. Tan sólo dos años
antes, en noviembre de 1974, ocurrió algo similar en una aldea de Bertamiráns,
a tan solo 30 kilómetros de Trazo. Y en fechas más recientes, los misteriosos
fuegos llegaron a una casa de Fene, en el norte de la provincia de A Coruña.
Ciento cincuenta vecinos hacen guardia
María Jesús Anca vive en un pequeño caserío llamado
Sillobre, perteneciente al ayuntamiento coruñés de Fene. Nada extraño había
ocurrido en su casa hasta que el 23 de abril de 1996 vio que de un paquete de
paja que tenía en el cobertizo comenzó a salir un denso humo negro. Rápidamente
la hierba comenzó a arder y el fuego afectó a las paredes, techo y otros
objetos cercanos. La rápida intervención de los vecinos logró que las llamas no
se extendieran a otras dependencias.
Tras el incidente, limpiaron la cuadra, el cobertizo y una
fosa séptica, suponiendo que alguna emanación de metano podría haber causado el
fenómeno. Sin embargo, el misterioso fuego volvió a repetirse varias veces,
afectando a un saco de pienso y a un manojo de hierba.
Ante esta situación, los vecinos quedaron haciendo guardia
toda la noche por si el fuego regresaba. Y no los defraudó.
Al día siguiente volvieron a producirse nuevos fuegos
espontáneos y la propietaria de la casa decidió denunciar los hechos ante la
Guardia Civil. Técnicos de la Xunta de Galicia también tomaron cartas en el
asunto y durante días estuvieron inspeccionando y analizando el subsuelo de la
casa y los alrededores. No se encontró explicación a los fenómenos y durante
días voluntarios de Protección Civil hicieron guardia junto a la casa de María
Jesús Anca. Los fenómenos se prolongaron durante unos días y dejaron de
sucederse.
Víctimas de fuegos inexplicables
El mismo año en que los vecinos de Sillobre hacían guardia
frente a la casa de María Jesús por la aparición de los misteriosos fuegos, en
un pequeño pueblo de los Alpes se cobraban dos víctimas.
Morains-en-Montagne con 1.500 habitantes y ubicado muy cerca
de la frontera entre Francia y Suiza, se convirtió en un centro de peregrinaje
de todo tipo de investigadores, curiosos y personajes más o menos exóticos
atraídos por el extraño fenómeno. Un total de 13 fuegos inexplicados se
produjeron durante los primeros días de 1996.
El 20 de enero se produjeron cuatro misteriosos incendios,
de los cuales tres de ellos tuvieron por escenario el número 14 de la calle
Cares, con tan solo unas horas de diferencia. El tercero, ocurrido a las 20.15
horas, se cobró la vida de una mujer y del bombero que acudió a rescatarla. En
otra ocasión, las llamas comenzaron ante los ojos atónitos de un juez de
instrucción, de dos técnicos judiciales y de especialistas de la compañía
eléctrica. El fuego comenzaba en lugares poco frecuentes como armarios o
muebles y se caracterizaba por comenzar con mucho humo y pocas llamas.
Aunque los vecinos atribuían estos incendios a la presencia
de líneas de Alta Tensión subterráneas, la compañía responsable desmintió esta
posibilidad. Y hasta el sacerdote del pueblo hizo referencia al fenómeno en su
homilía: “Todos nos preguntamos cuando acabará esto”. Y el fenómeno cesó.